Quisiera rendir a continuación un justo y merecido homenaje al que
quizás sea uno de los más grandes dibujantes de cómic en la actualidad…
pero como carezco de la paciencia y el gusto por abordar la revisión
biográfica, me limitaré a exponer su trabajo para que sea él mismo
quien hable por sí solo. A continuación, entérese, lector, de lo que
fue, es y seguirá siendo por mucho tiempo
Marvels y de cómo sacudió los cimientos del cómic. Advierto que las fotos hablan más de lo que yo pueda decir en mil páginas.
MARVELSEmpecemos desde el final que es el sitio más inesperado, luego de un
movimiento masivo comparable tan solo con un terremoto de 10 grados en
la escala Richter.
Marvels terminó consagrando merecidamente
el trabajo de cierto personaje de dimensiones monstruosas que sobraría
citar, pero que para los neófitos es un dato imprescindible, digno de
guardar en la billetera para cuando pasen frente a un estante de cómics
o entren en internet. Se trata del MAESTRO del dibujo (y de la pintura)
Alex Ross.
Alex Ross cuenta en la actualidad con el reconocimiento reverencial
de toda la industria del cómic, y no es para menos, pues su trabajo
vino a despejar cualquier duda que hubiera acerca de si el cómic podía
ser catalogado como arte o no. El señor Ross, que a la sazón debe
contar con unos 37 años, le ha dado al mundo del cómic tal cantidad y
calidad de obras maestras como ningún otro dibujante, luego de muchos
años de duro ejercicio. Resulta obvio que la envidia de uno que otro
peso pesado en el dibujo salga a flote frente a su trabajo, pero al ver
sus pinturas —porque el señor, más que dibujar, pinta—, cualquier
comentario insidioso queda pálido y enclenque.
Desde pequeño, este genio ya daba sus primeros brochazos explorando
cuanta técnica se le atravesaba por delante y, a lo Picasso, hizo suyo
sin esfuerzo el estilo que tuviera frente a sus ojos, hasta que un buen
día dio con la clave que definiría su propio estilo. Alex Ross conoció
el pastel y el aerógrafo y los domó con la naturalidad de un avezado
vaquero, hasta que prácticamente se puede decir que el pastel y el
aerógrafo lo conocieron a él… Si alguien cree que estoy exagerando,
esperen no más las imágenes que se vienen (las voy a ir poniendo como
quien no quiere la cosa; si babea de cuando en vez y se arruina su
teclado yo NO asumo las consecuencias)
Pero hay que anotar que al principio la cosa fue difícil, entrar al
gremio cerrado y cuasi mafioso de la industria del cómic no es tan
fácil como piensan algunos ilusos dibujantes locales. Ross tuvo que
empezar desde abajo, estampando su genio en esporádicas publicaciones,
haciendo algunas portadas en cómics de poco prestigio, hasta que un
buen día encontró a cierto guionista llamado Kurt Busiek y juntos
emprendieron el camino de la gloria que fue
Marvels.
Por su argumento,
Marvels se ubica en lo que llamaríamos el
género de los “mundos posibles” dentro del cómic; es decir, historias
que en alguna medida se desligan de la continuidad de las líneas
narrativas tradicionales y nos muestran una perspectiva diferente o
reconstructiva de situaciones que, en otras circunstancias, afectarían
los intrincados hilos de los argumentos comiqueros (¡y los de la Marvel
sí que son complejos!).
El primero de los retos de esta aventura para ambos genios fue el de
recuperar página por página las historias originales de los personajes
de la Marvel, extrayendo los momentos que pudieran dar conexión y
posibilitar la composición de esta sinfonía visual y argumental, con un
hilo conductor que fuera en absoluto
sui generis a las historias tradicionales.
Este ejercicio, que para algunos conllevaría dar con los huesos en
una clínica de reposo por un tiempo largo, fue para este par de
descarados creadores un ejercicio lúdico y si se quiere de alta dosis
de
recocha como verán más adelante. Ross se dio el lujo de
hacer y deshacer plasmando y haciendo cuanto homenaje se le ocurrió,
con el fin de que este trabajo, más allá de ser un encargo, se
convirtiera en un ente vivo, cargado de realismo y que reflejara un
amor profundo por una expresión artística donde TODO tiene cabida.
Ahora sí,
a lo que vinimos: la historia de
Marvelsse constituye de cuatro tomos especiales, más una edición posterior
titulada Marvels #0, que retoman los orígenes y trasegares de los
principales superhéroes Marvel en un lapso de algo más de dos décadas,
todo visto a través de los ojos —perdón, del ojo pues el señor es
tuerto— de un personaje cuyo único superpoder consiste en saber en que
momento hacer clic con su cámara fotográfica: un reportero gráfico del
diario
Bugle (sí, donde Peter Parker se hace quedar mal a sí mismo para ganar billete) llamado Philip Sheldon.
Pero no me les voy a tirar la historia contándoles los pasos del señor
Sheldon tras la caza de imágenes del nacimiento y ascenso de los
héroes, me voy a enfocar en la perspectiva que la historia asume. En
este cómic olvídese de que existe un superhéroe protagonista, no se
encontrará frases clichés ni monumentales explosiones de códigos
cinéticos, lo que aquí aparece es arte y ya, y como arte que es no
obedece ni se sujeta a ningún parámetro, ni siquiera al del cómic
tradicional. Al ir maravillándose con cada página, y cuando la historia
lo tenga por completo absorbido (ocurre al pasar la primera hoja, lo
garantizo), usted sentirá por un momento que se encuentra en otro
lugar, en el lugar que estaría si existieran los superhéroes en la vida
real y tuviera que lidiar con ellos en su cotidianidad mientras va en
el bus o se toma un trago en un bar.
Eso hace de
Marvels algo único y exquisito, en
Marvelsen cualquier momento usted puede ser el protagonista y entrar a juzgar
las situaciones. Lo que Sheldon piensa y diserta es tan real que usted
mismo podría pensarlo… ¡hasta con las mismas palabras! Y mientras el
universo de los superhéroes se expande a partir de un Big Bang ígneo, y
con esto me refiero a que en Marvels #0 el inicio de todo viene con la
creación de La Antorcha Humana (que para no enredar la cosa, no es el
mismo de los
Fantastic Four, este es un androide más viejo)…
la pléyade de héroes y villanos se comienza a extender como una plaga
de langostas incontrolables que, como es obvio pensar, terminan por
mover al miedo al grueso de la humanidad.
En
Marvels las acciones superheroicas son aplastadas, lavadas
y planchadas por los sentimientos de miedo, confusión y altas dosis de
envidia provenientes de los humanos “normales”… y es que en últimas
nadie podría juzgarlos con severidad pues los superhéroes, si
existieran, darían miedo más que alivio. Imagínese usted que va por la
calle y de repente Hulk se encuentra a dos metros de usted con una de
sus rabietas y sin más ni más comienzan a volar carros sobre su cabeza…
yo me orino y cago ahí mismo. Ni hablar de la carga emocional que casi
se puede ver en los rostros de los personajes: la gestualidad es
impecable, las miradas, los diferentes ángulos, y todo dentro de una
impecable verosimilitud.
Eso es
Marvels en cuanto al argumento, un sinnúmero de
situaciones cotidianas que se ven asaltadas por la intrusión, a veces
esperanzadora, a veces enfadosa de los superhéroes que libran sus
batallas (que muchos no alcanzan a dimensionar), tratando de evitar que
tal o cual villano acabe con el mundo. Dicha perspectiva resulta ser
fiel a una filosofía que Marvel Comics impuso desde sus inicios, la
cual fue la de dar a sus personajes cierta dosis de realidad y
cotidianidad de la cual carecían los personajes de compañías como la DC
(afortunadamente estos han aprendido y desde hace rato se han
preocupado de dar ese velo de cotidianidad a sus historias; claro, como
toda copia a veces se vuelven el colmo del tedio).
Por la decoración, las vestimentas y los diversos detalles que Ross
plasma a cada momento, podemos ver que la historia se inicia en una
fecha imprecisa de los años 60, emulando el período en que surgió
Marvel Comics o la “casa de las ideas”. Además, comienzan a aparecer
remembranzas de héroes de vieja data; uno de ellos es el Capitán
América, quien en realidad es de los más viejos, pues su título se
publicaba por allá en los cuarenta como icono y baluarte durante la
Segunda Guerra Mundial, y quien regresa luego de permanecer unos buenos
años atrapado en un bloque de hielo para ponerse al mando de uno de los
más cambiantes y variopintos equipos de superhéroes de la historia: los
poderosos
Avengers.
Marvels no guarda secretos por develar en posteriores
entregas ni crea suspensos innecesarios al espectador. Es una ventana
abierta a un universo que reposa en la mente y el corazón de quienes
han seguido como fanáticos o no el proceso de cada personaje… podría
arriesgarme a sostener que si usted no es aún fanático de los cómics,
podría caer fácilmente como un vulgar atún en las redes seductoras del
cómic gracias a este título… pero no tema, la experiencia en realidad
vale la pena para quien no solo busca entretenerse un rato sino que
anda en pos de cosas más profundas… ¡
Marvels le satisface esas ansias de lejos!
Como estoy seguro de que a estas alturas su teclado es un melado
impreciso de letras y números, no me puedo resistir a la tentación de
llevar más lejos este ejercicio.
Marvels resume así como
quien no quiere la cosa TODA la historia esencial del Universo Marvel.
Lo que se hizo o se hará después viene ligado a lo que
Marvelsofrece, es por eso que si le entra la ofuscación de no ver a Wolverine
o a Cable en estas páginas no se preocupe, pues de acuerdo a la
historia original los X-Men eran un grupo clandestino por esas épocas y
aquí tienen fugaces apariciones. Su presencia se siente con más peso en
ese sentimiento de “racismo” que comienza a germinar en la humanidad
contra “lo extraño”, lo inusual.
Si usted tiene la dicha única de adquirir así sea un solo tomo de
Marvelsya con eso tiene suficiente material para conocer y apreciar no solo el
trabajo pasmoso de Ross y Busiek, sino acercarse de una manera única a
más de 50 años de historietas resumidas en unas pocas páginas. La
historia, si bien es lineal, nos muestra cada tomo como un capítulo
completo y cerrado que se explica en sí mismo, no necesita entonces
quedarse con las ganas del que sigue por la historia… ¡se queda con las
ganas del que sigue por ver más y más de esos dibujos malditamente bien
hechos!
¿Entonces qué, señor Ross, sabremos su secreto para crear estas
maravillas? Les digo una cosa: Ross no guarda secretos, y eso lo sé
porque en 1999 salió una edición especial de la revista
Wizardcompletamente dedicada a él en la que, sin ningún esbozo de pedantería
o recelo, no sólo mostró abiertamente sus recursos, sino que además
develó sus sueños, ilusiones y proyectos con esa frescura que solo los
genios alcanzan. Aquí se detallan los
tips y mañas que se dio
para involucrar personajes reales a su historia, por ejemplo: los
Beatles aparecen en el matrimonio de Reed Richards y Sue Storm, Kennedy
y Jackie aparecen en un ascensor, algunos personajes de televisión,
cine y música se ponen los trajes de varios superhéroes, etc, etc…
hasta el colmo del delirio.
En dicha revista se puede también observar detalladamente el proceso
que Ross sigue para generar cada una de sus obras con una simpleza
mayúscula, así, como si cualquier pendejo lo pudiera hacer. Y en
efecto, cualquier pendejo puede, pues hace poco llegué a ver el trabajo
de un
atracador (no hay otra descripción) de nuestro
bello y pedante país que, sin ningún recato, se dio a la innoble tarea
de imitar con suma vulgaridad y pretensión el estilo del maestro (y de
otros, vale la pena aclarar) para componer una babosada insultante
sobre Juan Pablo II… su trabajo se vendió como arroz (bueno, vendió más
de 2.000 ejemplares y en este país sin industria del cómic eso es mucho
decir), pero no porque fuera algo nuevo o medianamente bueno, sino
porque este mamarracho abominable usurpó un estilo y se lo plantó en la
cara a los dos millares de papanatas que quedaron obnubilados y se lo
compraron a la ciega… y
como dije en otro post,
obnubilar a un papanatas es pan comido (y algo que olvidé decir: en el
gremio de los fanáticos hay un grueso número de papanatas).
Luego de esta breve denuncia solo queda por decir que ese es el
problema con los genios cuando muestran sus cartas, que existe una
pléyade de mediocres prestos a copiar lo que puedan y tratar de obtener
reconocimientos ajenos. Pero bueno, como todo genio Alex Ross es tan
fresco que no creo que le importe; total, cada vez que él pinta su
estilo se fortalece y consolida, y para la muestra un botón de la que
sin duda ha sido su obra maestra luego de dejar boquiabierto a medio
mundo con
Marvels… la inolvidable
Kingdom Come, de la cual obliga hablar largo y tendido en otro
post, por supuesto, y tampoco dejaré sin comentar su más reciente trabajo como portadista en la serie
Earth X de Marvel, poesía visual pura.
Bueno, ese ha sido el ejercicio de reseña que no pensé asumir porque
me daba físico miedo, pero era justo y necesario y, como es seguro que
faltaron palabras (amén de más imágenes) para describir a este genio
contemporáneo, será menester volver muy pronto a él.